miércoles, 5 de enero de 2011

Donatello y Massima

Era el primer encuentro. Donatello estaba por demás nervioso, y Massima temblaba por todos lados, las piernas no le respondían y toda la seguridad que tenía en sí misma se esfumaba al ver a Donatello desplazarse nerviosamente por la habitación un tanto chusca en la que se encontraban aquella tarde, con los destellos del atardecer infiltrándose por el cortinero barato que los aislaba del mundo exterior.

Él apagó la luz, cerró nerviosamente las cortinas y se movía sin cesar por la pequeña habitación que a Massima le parecía tan grande, postrada contra la pared del lado opuesto, sin saber qué hacer, como si fuese su primera vez. Se desabrochó el pantalón, y abrochó de nuevo nerviosamente pensando para sí misma que quizás no debía adelantarse y dejar que Donatello lo hiciera todo, pero nuevamente pensó que quízás facilitaría mas las cosas si ella lo ayudaba con el primer paso y todo después iría como balsa en un río tranquilo, entonces se desbrochó de nuevo, mientras él segía moviendose de manera intranquila lo más alejado de la cama que su temple le permitía, y desató su blusa, pero nuevamente recapacitó y acomodó todo de nuevo. Pero era demasiado tarde; Donatello ya no se movía, sólo la miraba, con una sonrisa fingida por los nervios que le hacían contraer todos los músculos de la cara de una manera poco armoniosa, que a ella, le pareció la más sensual que hubiese visto en la úlima década.

Massima optó por quitarse los altos tacones negros que había escogido especialmente para esa ocasión, y para romper el hielo, dijo temblorosa que se le había deshilachado la media y le mostró el dedo regordete de su pie izquierdo mientras se recargaba sobre el mueble que sostenía la grán pantalla de plasma que se erguía tras de ella. Decidido, Donatello se acercó, con el deseo a flor de piel, una revoltura de atracción, deseo, ternura y travesura le cruzó por la mente en milésimas de segundo, todas las cosas que había estado planeando hacerle desde que maquiavelaron su encuentro. Se habrá dado cuenta ella? Habrá leído en su sonrisa lo que ansiaba como león saboreando a su presa, lamiéndose los bigotes? No. No podía haberlo leído, ella estaba tan nerviosa como él, y sin embargo sabía, que una fuerza indescriptible los jalaba el uno hacia el otro, como si la Tierra hubiese cambiado su eje y la gravedad los postrara contra el mueble y a él en cima de ella.

Tragó lentamente saliva y se acercó a ella tomándola tiernamente las mejillas con ambas manos y la besó como si tuviese miedo de romperla. Massima aún no perdía el miedo de tocarlo y tuvo que dejar escurrir unos cuantos segundos de ese dulce beso para liberar sus manos escondidas tras su espalda para irse a entrelazar por detrás de la suya, y lentamente, empezó a sentir como le acariciaba la espalda con cierta intensidad buscando despertar sensaciones en ella, y ella solo supo hacer lo mismo, pensando que si él lo hacía, seguramente a él también le gustaría que se lo hiciera. Lentamente, desabrochó su pantalón y dejó al desnudo sus piernas semidesnudas decoradas por un liguero negro y unas medias de seda que la hacían sentir la mujer más sensual del universo, de menos para los ojos que buscaba cautivar. Donatello la miró pasmado, entró en un éxtasis que no tenía palabras para describir y sintió como una corriente elécrica le recorrió la espina dorsal, y fue cuando al retirarse la blusa, descubrió que su torso entero estaba parcialmente cubierto por tela de encaje negra formando un atuendo completo del pecho a las caderasy escondida por debajo, una minúscula tanga de la misma tela que a penas cubría su parte más íntima.

Habían fundido el hielo que los petrificaba con el más dulce de los besos y llegado el momento adecuado, Donatello tomó a Massima de la mano, entrelazó sus dedos con los de ella para mostrarle con solo un gesto, que todo iba a estar bien, que de ahora en delante, él se encaragría de todo y ella, no pudo más que seguirle, confiada de que todo lo que le haría, lo haría con suavidad y dulzura. Y mirándolo a los ojos, ordenada por una sonrisa más encantadora que la del día que se conocieron, obedeció y se recostó en la cama, dejando espacio para que él la siguiera justo después.




2 comentarios:

  1. Pues... que te digo... jaja me gusta como escribes...

    y Pobre Donatello... jaja me lo pusieron nerviosin

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  2. jajajaja Massima tambien lo estaba!!!! lo que queda a la imaginacion del lector, es que tipo de fuego los quemó despues de haber olvidado la ultima gota de nerviosisimo! ;) me agrada que te haya gustado!!! muchas gracias!!!!

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